A lo largo de la historia de la literatura han sido muchos
los escritores que han ocultado su nombre detrás de un seudónimo. Los motivos han
sido variados: usar un nombre menos habitual o más llamativo, ocultar la
identidad, evitar censuras, persecuciones o cualquier otro tipo de presiones,
poder publicar libremente siendo una mujer, mantener el anonimato de la familia
y evitar la vergüenza de unos padres incomprensivos o, simplemente, como
estrategia de ventas.
Uno de estos casos es el de François-Marie Arouet. ¿Quién es François-Marie Arouet?
Posiblemente, este nombre no te diga nada, pero sí te sonará Voltaire.
Fue un escritor, historiador, filósofo y abogado parisino que vivió en el siglo
XVIII. Uno de los principales representantes de la Ilustración, un
período que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y el respeto
hacia la humanidad. Además, fue elegido miembro de la Academia Francesa
(lo que viene a ser la RAE para el castellano). En cuanto al seudónimo
Voltaire, una versión explica que deriva del apelativo Petit Volontaire (pequeño
voluntario), al parecer lo usaban sus familiares para referirse a él de niño. Hay
otras explicaciones más rocambolescas pero el caso es que a la muerte de Luis
XIV, el duque de Orleáns asumió la regencia del país y el joven Arouet escribió
una sátira contra él y su hija, la duquesa de Berry, que le valió la
reclusión por un año en la Bastilla (1717), tiempo que dedicó a estudiar
literatura. Una vez liberado, fue desterrado de París y, desde entonces, adoptó
el seudónimo de Voltaire. Entre sus obras: El fanatismo o Mahoma, El siglo
de Luis XIV, Cándido, Diccionario filosófico, Tratado sobre la tolerancia, etc.
Otro nombre
desconocido: Georges Prosper Remi. Aunque a pocos o nadie le suene,
estamos hablando del autor belga de Las
aventuras de Tintín (1929), ¿quién no ha leído a Tintín? A día de hoy
sigue ejerciendo una importante influencia en el mundo de la historieta,
particularmente en Europa. Su nombre artístico: Hergé, viene a ser la
pronunciación de sus iniciales invertidas: Remi Georges, RG. ¿El
motivo de usar seudónimo? No tenemos ni idea. Posiblemente, una tendencia del
mundo del cómic. En cualquier caso, sabemos que lo utilizó por primera vez
en 1924, antes de la creación de su mayor personaje. Tintín comenzó con Tintín en el país de los soviets (atacando
el comunismo), luego llegó Tintín en
el Congo (propulsando el colonialismo), y, tras estas, otras 22
historietas más. La última fue Tintín
y los Pícaros (1976), cuya temática son los movimientos
guerrillero-políticos de Sudámerica.
Viajemos ahora hasta
Estados Unidos para leer este nombre: Samuel Langhorne Clemens. Ni idea,
¿quién es? Autor del siglo XIX. Trabajó como impresor, se hizo
navegante en el río Misisipi, intentó descubrir minas de oro y terminó como
periodista. Fue entonces cuando escribió una historia humorística, La célebre rana saltarina del condado de
Calaveras (1865). Se hizo muy popular y atrajo la atención hacia su persona
a escala nacional, entonces sus libros de viajes también fueron bien acogidos. Su
seudónimo sonará más: Mark Twain.
Escribió grandes obras: El príncipe y
el mendigo, Un yanqui en la corte del Rey Arturo, Las aventuras de Tom Sawyer
y su secuela Las aventuras de Huckleberry
Finn. Estas últimas, de hecho, transcurren en su tierra natal,
Misuri. Su fama le hizo amigo de presidentes, artistas, industriales y
realeza europea. El origen de su seudónimo es bastante peculiar, viene adoptado
de la expresión “mark Twain”, una expresión que utilizaban los afroamericanos
en los barcos que navegaban el río Misisipi. Significa «marca dos», en
referencia a dos brazas (3,6 m), el calado mínimo necesario para una navegación
segura. Curioso, ¿no?
En 1898 falleció Charles
Lutwidge Dodgson. A priori, este nombre no dice nada. ¿Y si os confieso que
hablamos del autor de Alicia en el
país de las maravillas? El mismo. El famoso Lewis Carrol era en
realidad Charles Lutwidge Dodgson, un diácono anglicano, matemático,
fotógrafo y escritor. De primeras tuvo mala suerte, sufría tartamudeo y
padeció sordera en el oído derecho a consecuencia de una enfermedad. Además, se
le diagnosticó epilepsia. Para colmo, como fotógrafo retrataba niñas, a veces
con poca ropa e incluso desnudas, y se le acusó de pedófilo. Todas estas
desavenencias no serían suficientes para evitarle la fama como escritor gracias
a Las aventuras de Alicia en el país de
las maravillas, obra que, precisamente, escribió para regalársela a una
niña. Su seudónimo proviene de la latinización de su nombre y el apellido de su madre, Charles Lutwidge.
Lutwidge fue latinizado como Ludovicus, y Charles como Carolus. El resultante,
Ludovicus Carolus, regresó otra vez al
idioma inglés como Lewis Carroll.
Y eso es todo por
hoy, amigos, disfrutad de la lectura.
Carlos Álvarez
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