TRAMPAS LITERARIAS



En el mundo de la literatura, como en la vida misma, hay tanto talento como trampa. Incluso, puede que más trampa que talento. Algunos lectores se piensan que la trampa es para los desconocidos, para tramposos que subsisten con artimañas y que antes o después quedan relegados al ostracismo. ¡Ja! Hay más trampa arriba que abajo… Veamos unos cuantos casos:

Camilo José Cela, gallego, novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias, conferenciante, académico de la Real Academia Española durante 45 años, galardonado con el Príncipe de Asturias de las Letras en 1987, el Nobel de Literatura en 1989 y el Cervantes en 1995. Autor de La familia de Pascual Duarte, novela que se desarrolla en la Extremadura rural de antes de la Guerra Civil. Un grande de la literatura española, sí, además, de un posible tramposo. “Su” obra La cruz de San Andrés obtuvo el sospechoso premio Planeta en 1994. Tanto la editorial Planeta como el escritor fueron acusados de plagio por Carmen Formoso, una gallega que narraba la historia de su vida en la obra Carmen, Carmela, Carmiña, que ella misma envió para participar en el premio Planeta muchos meses antes que Cela. Curiosamente, al parecer, pues yo no la leí, la novela de Cela narra la misma historia de la vida de Carmen Formoso, a veces, hasta con diálogos similares. Terrible sospecha… 


Igualmente, algunos incluso piensan que el plagio no lo hizo Cela, sino alguno de sus negros. Por cierto, el caso ha estado durante años y años en los tribunales. No tengo ni idea de cómo se habrá resuelto. En cualquier caso, para el que la quiera leer, Carmen Formoso publicó su obra en el año 2000.

Otro escritor español que vio su caso y perdió en los tribunales: Manuel Vázquez Montalbán. Conocido por las novelas del detective Pepe Carvalho. Premio Nacional de Narrativa y Premio Europeo de Literatura con la obra Galíndez (1991). Mucho premio, pero otro posible tramposo. Fue condenado en 1990 a pagar tres millones de pesetas, en concepto de perjuicio moral, al profesor de la Universidad de Murcia, Ángel Luis Pujante, por plagio en la traducción que éste había realizado de la obra de Shakespeare Julio César. El caso sentó jurisprudencia en los derechos de los traductores sobre sus textos.

Otro caso muy conocido, el argentino y posible tramposo Jorge Bucay. Sus obras han sido best Sellers en muchos países de habla hispana. Cartas para Claudia, Déjame que te cuente, Cuentos para pensar, Amarse con los ojos abiertos: son algunas de sus obras más conocidas. También Shimriti (2003), en la cual, según se dice, se copiaban 60 páginas de la obra La sabiduría recobrada, de la filósofa española Mónica Cavallé. Bucay se disculpó con la autora y reconoció el plagio aunque aseguró que se trataba de un error. En la reedición de la obra, con el nombre El camino de Shimriti, el autor mencionaba las partes de la otra autora.

Pero no solo hay sitio para posibles tramposos, también para posibles tramposas. Caso conocido y desbordante es el de la escritora valenciana Lucía Etxebarria. Su primera novela, Amor, curiosidad, Prozac y dudas (1997) incluía en sus páginas frases enteras literales de Nación Prozac, de la periodista y escritora estadounidense Elizabeth Wurtzel. Como le fue bien y le llovían los premios de la editorial Planeta, no dudó en plagiar versos del poeta Antonio Colinas en su libro Estación de Infierno, y acabó metida en juicio contra la revista Interviú. Ganó la revista, por cierto. No aprendida la lección volvió a la carga y en la obra Ya no sufro por amor (2005), metió a cascoporro párrafos enteros del artículo Dependencia emocional y violencia doméstica, publicado por el psicólogo Jorge Castelló un año antes. Otra vez a juicio. Finalmente la disputa se solucionó por acuerdo económico (3.000 €) y el envío de un comunicado de la autora en el que reconocía un uso inadecuado de los materiales ajenos.

Como veis, ninguna obra está a salvo…  
      
Carlos Álvarez

 

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